Mateo 12:36 dice:
“Pero yo les digo que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de toda palabra ociosa que hayan pronunciado.”
Este versículo, aunque corto, tiene un montón de profundidad y significados que podemos explorar juntos.
Para empezar, entendamos el contexto. Jesús está hablando con los fariseos y una multitud que lo seguía. A lo largo del capítulo 12 de Mateo, vemos que Jesús realiza varios milagros y también enfrenta a los fariseos por sus actitudes y palabras. Los fariseos eran líderes religiosos muy respetados, pero también eran conocidos por su hipocresía y su tendencia a juzgar a los demás con dureza. Jesús les advierte sobre la seriedad de sus palabras y acciones, especialmente porque ellos, más que nadie, deberían ser ejemplos de integridad y piedad.
El versículo que estamos analizando tiene que ver con la responsabilidad de nuestras palabras. Jesús dice que en el día del juicio todos tendremos que rendir cuentas de cada palabra ociosa que hayamos pronunciado. Esto nos hace reflexionar sobre la importancia de lo que decimos. A menudo subestimamos el poder de nuestras palabras, pero según este versículo, nuestras palabras tienen un peso significativo.
Entonces, ¿qué significa “palabra ociosa”? En el contexto del versículo, una palabra ociosa puede ser cualquier cosa que no tenga un propósito constructivo o positivo. Pueden ser palabras vanas, críticas innecesarias, chismes, mentiras o simplemente hablar por hablar sin considerar las consecuencias. A menudo, en nuestras conversaciones diarias, podemos caer en la trampa de hablar sin pensar, diciendo cosas que no realmente sentimos o que no aportan nada bueno.
Este versículo nos llama a ser conscientes de nuestro discurso. Nos recuerda que nuestras palabras tienen consecuencias y que seremos responsables de ellas. Esto no solo se aplica a lo que decimos en voz alta, sino también a lo que escribimos, ya sea en mensajes, correos electrónicos o en las redes sociales. En la era digital, nuestras palabras pueden llegar a muchas más personas y tener un impacto mucho mayor.
Una manera de entender mejor este versículo es pensar en nuestras palabras como semillas. Cada palabra que decimos es como una semilla que plantamos en el corazón de otra persona. Algunas semillas pueden crecer y florecer, trayendo alegría, consuelo y aliento. Otras semillas pueden convertirse en espinas y malas hierbas, causando dolor, resentimiento y discordia. Al final, la cosecha de nuestras palabras será lo que nos espera en el día del juicio.
Este llamado a la responsabilidad puede parecer intimidante, pero también es una oportunidad para la reflexión y el crecimiento personal. Nos invita a evaluar cómo usamos nuestras palabras y a hacer cambios positivos. Podemos empezar por ser más conscientes y reflexivos en nuestras conversaciones. Antes de hablar, podemos preguntarnos: ¿Esta palabra es necesaria? ¿Es amable? ¿Es verdadera? ¿Será útil para la persona que la escucha?
Además, este versículo nos recuerda que no estamos solos en este esfuerzo. La Biblia nos enseña que Dios nos da sabiduría y guía para vivir de manera que le honre. Podemos pedirle a Dios que nos ayude a controlar nuestras palabras y a usar nuestro discurso para edificar a otros en lugar de derribarlos. Proverbios 18:21 dice: “La lengua tiene poder para dar vida y para quitarla; los que no paran de hablar sufren las consecuencias.” Este proverbio resuena con la enseñanza de Jesús en Mateo 12:36 y subraya la importancia de ser conscientes de nuestras palabras.
También podemos ver este versículo como un llamado a la autenticidad y la integridad. Jesús nos enseña que nuestras palabras deben alinearse con nuestro corazón y nuestras acciones. No se trata solo de evitar decir cosas negativas, sino de cultivar un corazón lleno de amor, compasión y verdad. Cuando nuestro corazón está en el lugar correcto, nuestras palabras naturalmente reflejarán eso.
Finalmente, es importante recordar que el juicio de nuestras palabras no es para condenarnos, sino para guiarnos hacia una vida más plena y significativa. Jesús no nos advierte sobre el juicio para infundir miedo, sino para inspirarnos a vivir con mayor intencionalidad y propósito. Nuestras palabras son una extensión de quiénes somos y tienen el poder de impactar el mundo a nuestro alrededor. Al ser conscientes de nuestras palabras y alinear nuestro discurso con los valores del Reino de Dios, podemos vivir de manera que refleje su amor y verdad.
En fin, Mateo 12:36 nos desafía a considerar seriamente el poder y la responsabilidad de nuestras palabras. Nos invita a ser más conscientes y reflexivos en nuestro discurso, a cultivar un corazón lleno de amor y verdad, y a vivir con la intención de edificar y animar a los demás. Al hacerlo, no solo honramos a Dios, sino que también creamos un impacto positivo en el mundo que nos rodea.