Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos (v. 18). Carla caminaba por el angosto pasillo del avión con Lucy, su hija de once meses, y su máquina de oxígeno. Viajaban a buscar un tratamiento para la enfermedad pulmonar crónica de su beba. Poco después de ubicarse…
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Esperaré, pues, al Señor, […] y en él confiaré (v. 17). Lila estaba muriendo de cáncer, y su marido no podía entender por qué un Dios amoroso permitía que su esposa sufriera. Ella había servido fielmente al Señor, enseñando la Biblia y aconsejando a muchos. «¿Por qué permites que…
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… he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia. Yo soy el buen pastor… (vv. 10-11). El filósofo del siglo xvii Thomas Hobbes señaló magníficamente que la vida humana en su estado natural es «solitaria, pobre, desagradable, brutal y corta». Sostenía que nuestros instintos tienden…
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E hizo lo recto ante los ojos del Señor, […] sin apartarse a derecha ni a izquierda (v. 2). Solía necesitarse la mirada fija y la mano firme de un granjero para conducir un tractor o trazar líneas derechas. Pero aun los mejores ojos podían saltearse hileras; y al final…
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Y hubo algunos que se enojaron dentro de sí, y dijeron: ¿Para qué se ha hecho este desperdicio de perfume? (v. 4).